miércoles, 22 de diciembre de 2010

Y EN EL MUNDO LOS DOS


Recuerdo el tiempo en que estuve sola, buscándote en otras caras y cuerpos que siempre me conducían a ti, a un ti mismo que soy un yo, un tú que se mezcla en simbiosis con mi carne y espíritu, creando esa nueva dimensión vital digna de sentir. Nuestras risas descontroladas a altas horas de la madrugada, mi cabeza sobre tu hombro en un tren cualquiera...¿recuerdas aún los viejos ritos...o acaso es preciso el olor a vainilla de mi pelo en tu almohada? Como miras cuando me alejo...y como te he mirado cuando partías, pero ten presente mi promesa, un día crearé unas alas de algodón capaces de romper las barreras, es nuestro secreto, mi compromiso de cercanía.
La melodía de Jacque Brel a las siete de la tarde y con nieve en el exterior, los cristales empañados protegiendo nuestra intimidad, el agua de la ducha que arrastraba los surcos y el sudor que tan plácidamente le había regalado a tu cuerpo. Ya no disfruto con las fotos en las que no estás, ya no disfruto tanto con Monteverdi , y añoro los paseos por el frío Londres, en los que de forma despistada perdía mis guantes preferidos, esos que elegí porque quizás te gustarían. Cada desayuno con té caliente y pan tostado...mereció la pena. Quédate amor, quédate, que yo te daré noches cálidas de abrazos, bandas sonoras antiguas, momentos imprecisos y bailes en el salón de tu apartamento en un eterno abrazo.



Esta noche estaremos en el café Anaïs


Oigo como se abre el grifo de la ducha,
cómo tu piel se moja y me imagino
tu piel llena de espuma
y el agua resbalando con calma por tu cuerpo,
llevándose los trazos monótonos del día,
y no puedo eludir una pregunta,
una vaga inquietud, una pesquisa:
¿Podrá borrar el agua la huella de mis manos?
¿Se notará esta noche, cuando
estemos allí
en medio de la gente, el rastro de ese beso
que te daré esta noche en medio de la espalda?
Oigo el agua que cae, vuelvo a mirar la hora,
me levanto y te busco, y te miro peinándote
delante del espejo, y al ver tu piel mi duda
se desvanece y huye, ya no vuelve.


José Carlos Rosales.



Nota al primer desayuno con Alfonso


Si te fueras yo sé lo que sería:
noche en vela escuchando los crujidos
de la casa; libros y los platos
ordenados, sin uso; y la mañana
del domingo vacía: cada lunes
igual que cada jueves.


Si te quedas no sé lo que será,
pero vale la pena averiguarlo, seguro que será como es ahora:
noche clara escuchando tu murmullo;
todo fuera de sitio, los zapatos
perdidos en la sala; y, cada día,
la sorpresa metódica de verte.


José Carlos Rosales


Epigrama


Cuando llego a la casa y en la casa no estás
en la casa estoy yo


Mas si llego a la casa y en la casa estás tú
en la casa está el mundo.


Y en el mundo los dos.