jueves, 29 de septiembre de 2011

Respira, respira

Respira María, respira...ahora me pregunto ¿sigo respirando? ¿moviendo armónicamente el diafragma hacia arriba...hacia abajo?...todo como una cadencia musical continua y única que me enlaza con el inconsciente. Entonces abro los ojos y siento los objetos colindantes...el tic tac del reloj azul, el calor de Frida al costado, mis estrellas doradas, la rosa del desierto y cuadros de segunda comprados por caridad...¿qué significáis? ¿dónde está la verdad del día más allá del aluvión de pensamiento pseudocívico? Educación malformada (cuando lo que quieres es ahogar, comer, copular, jadear de forma humana que no es otra cosa que animal...) una sonrisa para conquistar un mundo en continua impermanencia, que se escurre por la palma de tus manos aunque aprietes bien los dedos. Recuerdo cuando iba con mi abuelo al manantial de la Isla, allí aprendí a unir bien mis manos, llenarlas de agua y beber rápido mientras se escapaban como hilos de parca. Agua que se escapa como hilo de parca y que nunca sabemos dónde fue a germinar, a crecer, a alimentar. Más, si soy capaz de detener el volcán interior destructivo-creador de porción divina ¿qué germinaré, que alimentaré, que crecerá? Hace un tiempo, leí de unos organismo marinos que, una vez encuentran un sitio donde reposar devoran su minúsculo cerebro y se convierten en un gran tubo digestivo...
Como la reina de espadas invertida, la confianza tiembla y la mujer se queda tiritando bajo su fina túnica esperando -únicamente- el abrazo del futuro más prometedor.

Lo que pueda contaros…

Lo que pueda contaros
es todo lo que sé desde el dolor
y eso nunca se inventa.

Porque llegar aquí fue una larga sentina,
un extraño viaje,
una curva de sangre sobre el río,
mientras todo era un grito
y ya se perfilaba resuelto en latigazos
el crepúsculo.

Las historias se cuentan con los ojos del frío
y algún sabor a sal y paso a paso
-lengua y camino-
porque la sangre se nos va despacio,
sin borbotón apenas,
desmadejadamente por los labios.

Las historias se cuentan una vez y se pierden.

JAVIER EGEA