1. En el armario de tu cocina permanece mi taza decorada con rosas damascenas. Puedes cogerla cada vez que gustes e intentar localizar donde se posaba mi boca al tomar el té matutino. Entonces tus rozarás la porcelana con tus labios y será como el que da un beso fugaz y robado.
2. Si cuando te metas en la ducha prestas atención, a mano derecha y sobre la mampara tienes mi champú y mi mascarilla de miel. De este modo, si abres el grifo y dejas que se forme vapor puedes cerrar tus ojos, abrir estos botes y recordar como era cuando te acercabas por detrás, y me dabas un beso mientras peinaba mi pelo recién lavado.
3. Otra opción es pensar que hace mucho frío en la calle, entonces puedes jugar a pasar la tarde en casa con la manta azul que usaba para cubrir mis piernas. Si la tomas y pones encima de las tuyas, seguro sentirás que fui a sentarme sobre tus muslos para contarte al oido y en voz baja un extraño secreto de mi primera infancia.
4. También puede resultarte útil echar por sistema mi ropa interior limpia, que está en uno de tus cajones, a la colada...así siempre creerás que la noche de antes me desnudé en la habitación contigua al salón, donde tú hacías como que trabajabas, mientras de reojo mirabas atento la escena vetada.
5. En ocasiones es bueno tomar la pequeña colección de fotos que vas atesorando en tu mesa, para recordar momentos y examinar cada gesto, detalle, semblante...puedes hasta centrarte en cada poro de la piel ajena...eso ayuda, sobre todo si mientras lo haces suena Palestrina, Victoria o Monteverdi.
6. Pero si la cosa se pone fea, tiendete en la cama, toma mi almohada, abrázala, huelela y préstale el calor que ahora le falta...no dejes que la humedad de Támesis cause olvidos y lagunas insustituibles...recuerda las caricias, los amaneceres y las plácidas conversaciones. Recuerda lo que quieras, pero recuerda.
Tu me manques beaucoup.
Confesiones
Yo te estaba esperando.
Más allá del invierno, en el cincuenta y ocho,
de la letra sin pulso y el verano
de mi primera carta,
por los pasillos lentos y el examen,
a través de los libros, de las tardes de fútbol,
de la flor que no quiso convertirse en almohada,
más allá del muchacho obligado a la luna,
por debajo de todo lo que amé,
yo te estaba esperando.
Yo te estoy esperando.
Por detrás de las noches y las calles,
de las hojas pisadas
y de las obras públicas
y de los comentarios de la gente,
por encima de todo lo que soy,
de algunos restaurantes a los que ya no vamos,
con más prisa que el tiempo que me huye,
más cerca de la luz y de la tierra,
yo te estoy esperando.
Y seguiré esperando.
Como los amarillos del otoño,
todavía palabra de amor ante el silencio,
cuando la piel se apague,
cuando el amor se abrace con la muerte
y se pongan mas serias nuestras fotografías,
sobre el acantilado del recuerdo,
después que mi memoria se convierta en arena,
por detrás de la última mentira,
yo seguiré esperando.
Luis García Montero
¿Quién eres tú?
Se deshizo la luz,
equivocó su horario por dejarte desnuda,
desdibujó tus ojos mientras me sonreías.
Mientras me sonreías
vi una sombra inclinada desvestirse,
abrir la cremallera despacio del silencio,
dejar sobre la alfombra
la civilización.
Y tu cuerpo se hizo dorado y transitable,
feliz como un presagio que nos enfurecía.
Que nos enfurecía.
Solamente nosotros
(camaradas
de una cama ruidosa) y el deseo,
ese difícil viaje de ida y vuelta,
que ahora insiste y me empuja a recordarte
alegre, levantada,
un relámpago abierto entre los ojos,
recogiendo tu falda de joven colegial.
Mientras me sonreías,
yo me quedé dormido
en las manos de un sueño que no puedo contarte.
Yo te estaba esperando.
Más allá del invierno, en el cincuenta y ocho,
de la letra sin pulso y el verano
de mi primera carta,
por los pasillos lentos y el examen,
a través de los libros, de las tardes de fútbol,
de la flor que no quiso convertirse en almohada,
más allá del muchacho obligado a la luna,
por debajo de todo lo que amé,
yo te estaba esperando.
Yo te estoy esperando.
Por detrás de las noches y las calles,
de las hojas pisadas
y de las obras públicas
y de los comentarios de la gente,
por encima de todo lo que soy,
de algunos restaurantes a los que ya no vamos,
con más prisa que el tiempo que me huye,
más cerca de la luz y de la tierra,
yo te estoy esperando.
Y seguiré esperando.
Como los amarillos del otoño,
todavía palabra de amor ante el silencio,
cuando la piel se apague,
cuando el amor se abrace con la muerte
y se pongan mas serias nuestras fotografías,
sobre el acantilado del recuerdo,
después que mi memoria se convierta en arena,
por detrás de la última mentira,
yo seguiré esperando.
Luis García Montero
¿Quién eres tú?
Se deshizo la luz,
equivocó su horario por dejarte desnuda,
desdibujó tus ojos mientras me sonreías.
Mientras me sonreías
vi una sombra inclinada desvestirse,
abrir la cremallera despacio del silencio,
dejar sobre la alfombra
la civilización.
Y tu cuerpo se hizo dorado y transitable,
feliz como un presagio que nos enfurecía.
Que nos enfurecía.
Solamente nosotros
(camaradas
de una cama ruidosa) y el deseo,
ese difícil viaje de ida y vuelta,
que ahora insiste y me empuja a recordarte
alegre, levantada,
un relámpago abierto entre los ojos,
recogiendo tu falda de joven colegial.
Mientras me sonreías,
yo me quedé dormido
en las manos de un sueño que no puedo contarte.
Amantes de Mantua. Sepultura neolítica en la que se encontraron dos esqueletos abrazados |
Luis García Montero
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