viernes, 22 de octubre de 2010

Mis puertas

Cada día abro una puerta a mi alma desconocida, la invito a pasar con un saludo cortés, que quizás no oculta el miedo al descubrimiento, a las nuevas caras interiores. A cada puerta introspectiva e incógnita le regalo un bautismo nominal: tú, mi pequeña gloria infantil, tú mi miedo inconsciente, tú, el instinto reprimido...en la soledad me oprimo buscando respuestas a la comprensión de mí misma, y reflexiono, ¿hay algo más absurdo que el entendimiento del otro? ¿es posible escarbar pozos en otra alma para darles nombres reconocibles?
¿En que consiste el encuentro con uno mismo y con el otro? ¿Quizás en la aceptación cordial y amorosa?


Las puertas

Al fondo de mí mismo hay cuatro puertas.
Desciendo por el pozo hacia los hondos
canales que me surcan. Pecho adentro
cruzo la oscuridad a ciegas. Voy
palpando las paredes. Ahora el aire
es más puro. Vislumbro el resplandor:

la puerta del jardín de los deseos,
la puerta del instante prodigioso,
la puerta de la infancia recobrada.

Huele a ausencia de pronto un viento frío. 
Siento a mi espalda un hueco impenetrable:
por las hondas rendijas de tinieblas
mana un silencio atroz. Detengo el paso.

Mientras florezcan firmes mis deseos
y me aguarde el instante y el prodigio
y la luz en los patios de la infancia,
no cruzaré el umbral, la cuarta puerta,
no pisaré esa nada imponderable.



EDUARDO GARCÍA
De "Horizonte o frontera" Hiperión 2003

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